jueves, 29 de noviembre de 2007

Yo como, t'u comes, el americano devora...

Para los que pudieran estar preocupados por nuestra dieta (dudo que haya alguno m’as all’a de mis padres) debo decir que nos trajimos la olla expr’es y la paellera y que intentamos replicar los h’abitos alimentarios hisp’anicos tanto como podemos. El cocidito (posible gracias a las puntas de jam’on que introdujo Adam en el pa’is de contrabando m’as la colaboraci'on de un carnicero latino que me suministra tocino), la paella, las croquetas caseras, la tortilla de patata... Mi momento cany’i del d’ia llega cuando bajo al comedor de IBM y saco mi tupperware con garbanzos con tomate y la gente me mira de reojo mientras con su sandwich de ensalada de huevo en la mano. M’as que un almuerzo es una reafirmaci’on identitaria.

Pero no todo es nostalgia de la buena mesa del terrunyo. En Nueva York hay infinitas posibilidades a la hora de elegir lo que comes. Con decir que he aprendido de la existencia de algunos pa’ises al pasar por un restaurante especializado en la gastronom’ia del lugar en cuesti’on... Por el momento, Adam ha empezado su colecci’on de men’us. Esto consiste en aprovisionarse del mayor surtido posible de folletos de los diferentes restaurantes locales que reparten a domicilio. Tai, japon’es, italiano, deli jud’io, koreano, somal’i, chino-peruano... Los men’us se guardan en un caj’on de la cocina para los d’ias en los que me hace el l’io, pedimos comida y esperamos a que un mexicano diligente nos la traiga en funcionales contenedores. Por cierto, qu’e horror me da comer directamente de las cajitas... Si me veo forzada a ello no puedo dejar de pensar en la decadencia de la civilizaci’on occidental.

Comas en restaurante o te sirvan a domicilio, el denominador com'un es el exceso en las porciones. Hay sitios especializados en bocadillos de un metro de largo. Sin ir tan lejos, pedir pollo asado en el restaurante del barrio donde van todos los jubiletas jud'ios supone que te sirvan: una ensalada mixta grande, una sopa con tropezones, una raci'on de verdura, una patata grande asada, una tostada y medio pollo. El pollo es m'as bien pequenyo y, en mi opini'on, reseco, pero te da igual porque para cuando llega ya has tenido que desabrocharte el primer bot'on de los pantalones.

Otra experiencia ‘unica es ir al supermercado. La cr'onica pol'itica cuenta que en plena guerra fr'ia Nixon visit'o Mosc'u e inaugur'o una exposici'on sobre el estilo de vida americano dentro de un ciclo de intercambio cultural / esfuerzo propagand'istico establecido entre las dos superpotencias. Kruschev estaba presente y, mientras paseaban por las recreaciones de vastos pasillos de supermercado americano atestados de v'iveres, iba aguantando la perorata de Nixon sobre la superabundancia de productos al alcance de sus conciudadanos y la necesidad de los estadounidenses de ejercer su capacidad de elecci'on hasta a la hora de comprar ketchup. En un determinado momento, el sovi'etico le pregunt'o si no contaban con un admin'iculo que les tragara directamente la comida y le dijo que todo muy interesante, pero innecesario. Oye, es ir al super y acordarme de Nixon visitando en Mosc'u a Kruschev el austero: los pasillos con coloridos paquetes de comida son interminables. Y digo paquetes, porque los alimentos frescos est’an en minor’ia y suelen venir en una bandeja de poliesp’an recubierta con film transparente.

Aparte del qu’e y el cu’anto comen est’a el c’omo lo comen. B’asicamente se puede resumir en tres variables: cualquier cosa, a cualquier hora, en cualquier sitio. Hay quienes desayunan pizza fr’ia de la noche anterior (y no quiero mirar a nadie), soy incapaz de delimitar los horarios de comida porque siempre tienes a alguien cerca con la boca llena y el protocolo sobre qu’e lugares son propios para comer aqu’i no se conoce. Hace poco Adam hizo una entrevista de trabajo con la asistente de una senadora federal que se pas’o toda la conversaci’on comiendo galletitas saladas mientras hablaba. Por lo que se ve ni se limpiaba las migas, as'i que al cabo de una media hora estaba la mujer hecha un cristo.

No os aburro m'as. S'olo decir, como coletilla, que mi suegra ha encontrado en no s'e qu'e tienda de pasillos prolijos en todo tipo de manjares unas tortas de aceite hechas en Castilleja de la Cuesta, provincia de Sevilla, y me las ha dejado con Boris, el portero. Voy a ver si llego a casa y las recojo... Aunque lo mismo Boris, que es de Mosc'u por m'as senyas, ha decidido vengarse de la austeridad sovi'etica que le fue impuesta en tiempos de Kruschev y se ha aplicado mis tortas... !Uy, qu'e sinvivir!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿ Por qué con la hiperbólica abundancia de productos en las largas hileras expuestas al público en los supermercados no hay productos frescos ?

Eso me ha llamado mucho la atención. ¿ Y la fruta ? ¿ No hay fruta ?

Fdo: Óscar

pd: ¿ Tu madre toma café en el Horus ? . Si la respuesta es afirmativa estaba tomando café a las 11:30, aproximadamente. No estoy seguro de si era ella, la he visto un par de veces sólo.

Anónimo dijo...

mi madre toma caf'e todas las santas manyanas de 11 a 11:30 en el horus. lo lleva haciendo muchos anyos, desde que aquello era el GTV.

s'i que hay fruta... alguna en bandeja de poliesp'an y otra de la que te sirves t'u mismo, con lo que acaba bastante manoseada. pero eso es ya com'un en espanya tb.