viernes, 21 de septiembre de 2012

A pesar del Alzheimer, la abuela sabe // Despite Alzheimer’s, grandma knows


Hoy, 21 de septiembre, es el Día Internacional del Alzheimer (¿del, contra el?). En realidad no importa la efeméride; el olvido y la memoria son cosas de todos los días. Ahora que la ciencia nos ofrece un horizonte de vida dilatado vemos con demasiada frecuencia –y lo que te rondaré morena— casos y cosas sobre personas que se olvidan del mundo y de sí, los recuerdos deshaciéndose en sus dedos al pasar las páginas de lo vivido.

Hoy pienso en la fatalidad de perderlo todo, hasta a uno mismo. Pero también pienso en la belleza brutal de ese volver, paso a paso, al momento primero en el que no había nada. Pienso en la intensidad de ser todo alma, despojados de la mente y la conciencia del cuerpo. Lo que queda tras el pertinaz proceso de desarticulación que lleva a cabo el Alzheimer debe ser la esencia pura de lo que somos en última instancia, eso que no cambia y que es el yo íntimo.

Pero sobre todo pienso en la abuela Pepa. Grande y mítica y ahora pequeña y huera. Y me acuerdo de tantos días de verano, iguales a sí mismos en mi memoria de aquellos días felices de la infancia. Pienso en cuando intentaba abrir la puerta desvencijada de madera y no podía dar con la manera de vencer el pestillo. Ella sonreía viniendo hacia mí: “quita, que la abuela sabe…” Ya no se acuerda de nada de esto. Pero yo sé que la abuela todavía sabe.

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Today, September 21, is World Alzheimer’s Day. It really doesn’t matter; oblivion and memory are everyday matters. Now that science offers prospects of extended lifespan we see all too often –and we will see even more in coming years— cases of people who forget it all, their memories slipping through their fingers as they pass the pages of their lives.

Today I think of the misfortune of losing it all, even oneself. But I also think of the brutal beauty of going back, step by step, to the primal moment when there was nothing. I think of the intensity of being just soul, stripped of mind and the conscience of having a body. What is left after the obstinate dismantling Alzheimer’s does must be the pure essence that ultimately we are, that which never changes and is our intimate being.

But I mostly think of grandma Pepa –big and mythical now small and empty. And I remember so many summer days, identical to each other in my memory of those happy days of childhood. I think of the times I would try to open the rickety wooden door and couldn’t figure out how to undo the latch. She would smile and come to me saying: “let me, grandma knows…” She doesn’t remember any of this. But I know that grandma still knows.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Jornada escolar continuada? S.O.S.


Esperanza Aguirre ha anunciado que quiere facilitar la implantación de la jornada continua en los colegios de la Comunidad de Madrid. Actualmente, casi la mitad de las escuelas públicas ya siguen el formato intensivo de 9 a 14 horas, pero hasta ahora la decisión de adoptar este horario lectivo continuado tenía que ser aprobada por el consejo escolar por mayoría absoluta en una votación en la que al menos dos tercios de los padres votaran en persona. La presidenta propone ahora acelerar los trámites y rebajar los requisitos para tomar esta decisión.

Podría parecer un tema menor entre la marabunta de plagas bíblicas que nos acechan, pero no lo es. Las familias que día a día tienen que jugar al tétrix para tratar de cuadrar la logística de horarios escolares y laborales lo saben bien. ¿Cómo es posible que en un país donde los adultos tienen jornadas laborales que frecuentemente se extienden hasta pasadas las 8 de la tarde los niños salgan del colegio a las 2? ¿Qué hacemos con los niños todas esas horas? Están los abuelos pluriempleados para los que cuentan con ellos, la ayuda pagada para el que se la puede permitir, y en muchos casos, lamentablemente, niños forzados a crecer demasiado pronto para cuidar de sus hermanos… o directamente para quedarse solos durante horas al poco pedagógico calor de la tele, el ordenador o la consola.

Precisamente cuando el empleo, si se tiene, requiere asumir mayores cargas de trabajo (y sin rechistar), cuando los servicios sociales disponibles se adelgazan por todos lados, y cuando se nos piden más esfuerzos y más impuestos para sacar adelante al país (¿?), precisamente ahora, digo, vienen a decirnos que la escuela pública sólo ofrece un horario claramente incompatible con el puesto de trabajo del que dependemos.

¿Cuál es la alternativa? Evidentemente, dejar el puesto de trabajo es una opción suicida con la que está cayendo. Externalizar nuestras responsabilidades como padres y madres a terceras personas es no sólo doloroso, sino en muchas ocasiones inviable. Crear una generación que crezca con las llaves de casa colgando del cuello y una infinidad de horas en la soledad de una casa vacía es simple y llanamente un error de consecuencias personales y sociales imprevisibles.  

Señora Aguirre, lo que hay que hacer es racionalizar la jornada laboral para que los padres puedan ir a recoger a sus hijos a las 5 a la salida del colegio. Nos habríamos alegrado si lo que propusiera fuera una jornada continua para los padres, o la flexibilización de la jornada, o la promoción del teletrabajo, o… Lo que se nos propone / impone, es un obstáculo más a la tan manida “conciliación” y, en definitiva, un ataque más a la clase media española.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

A los ojos de los otros // In other people´s eyes (English version below)


Hace unos días cumplí 32 años. Como siempre que cumplo uno más hago un poco de gimnasia mental para acostumbrarme a responder con el número correcto cuando se me pregunta la edad. Últimamente, además, siempre que cumplo uno más pienso en que debo de haberme convertido en una persona “adulta”.  No es porque yo-me-mi-conmigo me sienta adulta, sino porque veo que a los ojos de los otros lo soy. 

Voy a reuniones de padres y de la comunidad y se me escucha. Hago gestiones y pido hojas de reclamación cuando siento que no se respetan mis derechos como consumidora. Tomo la palabra en conversaciones profesionales con colegas para exponer mi punto de vista y proponer ideas. A los ojos de los otros soy una persona adulta a tener en cuenta –diga lo que diga mi pertinaz síndrome del impostor.
   
Y más allá de lo que puedan pensar los otros, si tuviera la improbable oportunidad de encontrarme con la Teresa del pasado, ella también me vería así. Cuando tenía 8, 10, 13, 17 años miraba a los de treinta-y-tantos y veía a gente que jugaba en la extraña división de las cosas reales: trabajos, responsabilidades familiares, agendas apretadas, independencia económica y opiniones propias que me merecían un plus de consideración por venir recomendadas por la respetabilidad que me enseñaron a aplicar a las cosas de los mayores –no siempre merecida, pero aplicada. A los ojos de la que fui un día, encajo perfectamente con la definición de adultez.

Y sin embargo, por dentro yo sé que no ha cambiado nada. Puede que sepa un par de trucos más, pero nada fundamental. Sea lo que sea lo que ven los ojos de los otros yo sigo maravillándome y asustándome ante las mismas cosas que hace 25 años. Ojalá llegue a la tercera edad con esta disonancia preciosa. 

In other people´s eyes
A few days ago I turned 32. As I do every time I grow one year older, I did some mental exercising to get used to responding with the right figure when asked about my age. Lately, every time I grow one year older I also think that I must be becoming an "adult." It is not that I feel myself as such, but I notice that I am an adult in other people´s eyes.

I go to parent-teacher conferences and coop meetings and I am listened to. I handle paperwork and to-do´s and file complaints when I feel my rights are not respected. I take the floor in professional conversations with colleagues to explain my point of view and suggest ideas. In other people´s eyes I am an adult to be taken into account --whatever my stubborn impostor syndrome may say.

And beyond what others may think, if I had the unlikely opportunity to meet the Teresa from the past, she would also see me that way. When I was 8, 10, 13, 17 I looked at thirty-somethings and saw people who played in the foreign league of the real stuff: jobs, family responsibilities, packed calendars, economic independence and opinions of their own that to me deserved a plus of consideration since they had the respectability I was taught to grant to the grown-ups´ world --not always deserved, but granted. In the eyes of the girl I was then, I fit perfectly the definition of adulthood.

And yet, deep inside I know that nothing has really changed. I may know a couple extra tricks, but nothing major. Whatever it is that the other people´s eyes see, I am still amazed and bewildered by the same things that amazed and bewildered me 25 years ago. Hopefully I will reach retirement age with this precious dissonance.