jueves, 23 de agosto de 2012

Unbaby.me…? No way; there is no turning back (English version!)


The app that has opened Pandora´s box.
A few days ago there was much buzz about Unbaby.me, a new web application that blocks baby photos from facebook timelines. It is designed thinking of those who can’t stand one more picture of various friends’, workmates’, second cousins’ and other contacts’ bundles of joy. The polemic ensued with many non-parents welcoming the messianic arrival of this liberating application and many proud parents furiously raging against such an affront. You can read a New York Times article here that discusses the issue.

Yet, I don’t write this to confess that I also post my child’s pics to facebook –likely to some people’s chagrin—, nor to reflect on the effect this excess (?) may have on some of the contacts in my network. Unbaby.me has made me think about how things would be ‘sans baby’ in my life timeline. It is not an idea I entertain, by any means… but, what would happen if today I run this app on my life and all that has to do with the baby and motherhood as a whole was suddenly blocked? It really isn’t that hard to imagine, since

Unbaby.me would block the sleepless nights, the absurd pride when the baby can hold the sitting position (or eats solids or takes the first few stops), the constant and pressing worry, the intense happiness when hearing his laugh. And the things that I knew before would remain: the day to day with its thousand facets, the projects, significant other, work, hopes, friends… a varied and full set that would comprise, as it did comprise, a perfectly complete and happy existence.

However, I realize that in addition to blocking the typical joys and pains in the neck naturally involved in being a mother, Unbaby.me would also delete a whole category of thoughts and feelings that I now find in my life timeline, and that weren’t there before. For example, when I read or hear about someone else’s tragic story it affects me at a much deeper level, because whoever is the subject of the pain he or she is someone’s child –and that mere fact gives it a painful prominence that I can no longer ignore. I believe I was never a monster with no ability for empathy, but being a mother has definitely awaken in me a degree of humanity that I did not have before. The Indian guru Rajneesh said that “the moment the child is born, the mother is also born. She did not exist before. The woman existed, but the mother, never. The mother is something absolutely new.” I guess in my case the mother that I am now has brought me a different sensitivity, and that goes beyond the child. It is something that has redefined me as a person, and that is irreversible. When being a mother there is no turning back. You are there to stay.

¿Unbaby.me…? Imposible; ya no hay marcha atrás


La aplicación ha levantado ampollas.
Hace unos días se habló bastante de Unbaby.me, una nueva aplicación web que bloquea las fotos de bebés del timeline de facebook. Está diseñada pensando en aquéllos que no pueden soportar una imagen más de los retoños varios de sus amigos, compañeros de trabajo, primos segundos y demás contactos. La polémica no se hizo esperar, con muchos no-padres alabando la llegada mesiánica de esta aplicación liberadora y muchos padres orgullosos de su prole atacando tal afrenta. Podéis leer un artículo del New York Times que recoge el tema.

Pero no vengo aquí a confesar que yo también cuelgo fotos de mi niño en facebook –probablemente para el horror de algunos—, ni a reflexionar sobre el efecto que este exceso (¿?) puede tener en ciertas personas de mi red de contactos. Unbaby.me me ha hecho pensar en cómo serían las cosas sin bebé en mi timeline vital. No es que sea una idea que entretenga, ni mucho menos… pero, ¿qué ocurriría si hoy pasara esta aplicación a mi vida y de repente todo lo que tiene que ver con el bebé y la maternidad quedara bloqueado? Realmente no es tan difícil de imaginar, porque hace apenas año y algo era no-madre.

Unbaby.me bloquearía las noches sin dormir, el orgullo absurdo al ver que se tiene sentado (o come sólidos o da los primeros pasos), la preocupación constante y apremiante, la felicidad intensa al oír su risa. Y quedarían las cosas que conocía antes: el día a día con sus mil facetas, los proyectos, la pareja, el trabajo, las ilusiones, los amigos… un conjunto nutrido y completo que conformaría, como conformaba entonces, una existencia plena y perfectamente feliz.

Y sin embargo, me doy cuenta de que además de bloquear las alegrías y los quebraderos de cabeza propios de esto de ser madre, Unbaby.me borraría también toda una categoría de pensamientos y sentires que ahora reconozco en mi timeline vital y que previamente no estaban ahí. Por ejemplo, cuando leo o escucho una tragedia ajena ahora me afecta a niveles mucho más hondos, porque sea quien sea la víctima es hijo o hija de alguien, y ese mero hecho le da un relieve doloroso a la historia que ya no puedo obviar. Creo que antes no era un monstruo sin capacidad para la empatía, pero decididamente ser madre ha despertado en mí un grado de humanidad que antes no tenía. El gurú indio Rajneesh dijo que “en el momento en que nace el hijo, nace también la madre. No existía antes. La mujer existía, pero la madre, nunca. Una madre es algo absolutamente nuevo”. Supongo que en mi caso la madre que ahora soy me ha traído una sensibilidad diferente, y eso va más allá del hijo. Es algo que me ha redefinido como persona y que es irreversible. Ser madre no es un camino de ida y vuelta. Una va para quedarse.


martes, 21 de agosto de 2012

Hablemos de vacaciones


Las vacaciones pagadas son una conquista laboral de la clase trabajadora que inauguró el Frente Popular francés en 1936. En los últimos 75 años, esta bendición se ha extendido a todos los rincones del planeta. Pero irse de vacaciones no es lo mismo en todos sitios. Es bueno recordar que…

En España tenemos 30 días naturales, o 22 laborables, como mínimo y por ley. Aunque ya no es cierto que el país eche el cierre todo el mes de agosto, muchos toman la mayor parte de su tiempo de descanso en verano y es común que un trabajador se vaya de vacaciones dos o tres semanas seguidas en esta época. Éste es nuestro marco de referencia, el prisma vacacional desde el que miramos –y nos comparamos con— el resto del mundo. ¿Y cómo les va al resto?

En Estados Unidos no hay legislación, lo cual deja al empleador libertad para fijar la cantidad de días y el calendario vacacional. Podemos encontrar casos en los que no se ofrece ningún día de vacaciones hasta superar el primer año de trabajo en la empresa –debe de ser el año más largo jamás vivido. Lo normal es empezar, por ejemplo, con 15 días laborables e ir aumentando según se va acumulando antigüedad. Las vacaciones se suelen disfrutar en pequeñas dosis y es común, especialmente en el ámbito de la empresa privada, que un trabajador no se tome más de una semana seguida de asueto –no vaya a ser que se hunda la empresa por la ausencia o, peor, que se olviden de lo que hacías y a la vuelta se haya visto que eres prescindible.

En Europa hay variaciones, pero el modelo es más cercano al español, con regulaciones expresas y un respeto y apreciación generalizados por la cantidad y la calidad del descanso del trabajador. Lituania, Finlandia, Francia, Reino Unido o Austria son dignos ejemplos. La creencia compartida es que un empleado “vacacionado” es un empleado relajado y feliz.

En la zona Asia/Pacífico, en términos globales, los días de vacaciones son escasos y a veces ni se llegan a disfrutar. No hablo sólo de países en desarrollo como China (10 días de vacaciones más otros festivos) o India (12 más festivos). Por ejemplo, en Hong Kong y Singapur tienen 14 días de vacaciones (más los festivos locales) y es extraño ausentarse del trabajo más de unos pocos días seguidos. Hablando una vez con Ka, la hongkognona, me contaba que lo “bueno” (sic) de tener pocas vacaciones es que cuando por fin llegan las disfrutas a tope-de-máximo-grado. Obviamente no me convenció el argumento, pero me dio qué pensar.  El ser humano es capaz de acostumbrarse a casi todo.  Por eso hay que mantener la guardia… porque no queremos levantarnos un día relamiéndonos al pensar en las migajas que nos quedan.

jueves, 16 de agosto de 2012

Vivir en plural

Desde el instituto soy de letras, no de números. Siento afinidad por las discusiones semánticas y las disquisiciones gramaticales. Supongo que por eso pienso en diferentes estados vitales en términos de género y número del sustantivo.

Durante mucho tiempo fui femenino singular. Las decisiones, los planes, el tejer laborioso del día a día lo decidía en femenino singular. Yo y mi circunstancia, como Ortega. Recuerdo que se me hizo largo a ratos, pero creo que fue un tiempo gramatical bien empleado. Fue la época en que me desarrollé como nombre propio.

Luego llegó la era del plural. ¿Qué hacer el sábado por la noche? ¿Pasar el gazpacho o dejarlo con tropezones? ¿Comprar la marca blanca de champú o alguna otra? Con todas estas preguntas llegó la conciencia de que ciertas decisiones afectan a dos y por ello deben de ser consensuadas. En mis frases el sujeto ya no era "yo". Éramos "nosotros". Género neutro; número plural.

Un paso más y la unidad vital de mis párrafos y mis días creció aún más: nos vino el hijo.  Las decisiones y los planes ya no tienen que ser meramente consensuados. Tienen que supeditarse al interés de la prole. El desayuno consiste en engullir con prisa lo que sea que el infante descarta desde su trona dictatorial; el tiempo de ocio --menguado-- se organiza en torno a lo que es o no apropiado para un bebé; el trabajo se convierte en un juego de malabares imposible en el que una no se sacude el sentimiento de culpa y no se explica las trabas que encuentra para ser ciudadana productiva y madre. Es, en suma, el comienzo de la familia; el sustantivo colectivo que, aunque tiene número singular, implica por definición una pluralidad. La magia de la familia y del sustantivo colectivo es que reúnen en la intimidad cercana de lo singular la riqueza bella, agotadora y gratificante del plural.

martes, 7 de agosto de 2012

Volver

Hace una vida que no me detengo a dar cuenta de las cosas en este blog. La prisa, las tareas, la menudencia cotidiana... y al final, la dejadez y la pereza han podido más que las buenas (¿?) intenciones. Desde la última vez que dejé constancia de mi devenir más o menos intrascendente en esta bitácora he cambiado de trabajo, de continente, me ha nacido un hijo y me ha crecido toda una rama nueva de experiencias vitales, frondosas, con fruta dulce al paladar y sombra fresca bajo la que sentarse a apreciar las cosas sencillas. Sirva esto como breve resumen de lo que quedó por contar en su momento.

Y ahora volver. No sólo al blog. Recientemente he vuelto a muchas cosas. A la ciudad donde me crié. A la compañía diaria de familia y amigos de siempre. A ciertos lugares y rutinas pequeñas que resuenan con el eco de lo muchas veces repetido y ahora recobrado. Camino por un pasillo del metro de Madrid en conexión entre líneas y vuelvo a ser la adolescente que surca el suburbano con cierto aire pionero. Doblo la esquina de la Gran Vía con Callao y vuelvo a tener veintidós años, camino de la SER una noche cualquiera de invierno, parando a cenar un contundente menú del día en El Botero que me dé energías para aguantar el largo turno de informativos de la noche. Aprieto el carrito del bebé en interminables paseos por Leganés para conjurar el sueño del pequeño y soy de nuevo niña, colgada de la mano de mi madre recorriendo el camino de casa a la tienda y de la tienda a casa.

La confusión que siempre despertó en mi lo de vivir "entre dos" se remansa ahora en esta vuelta al núcleo íntimo y cotidiano del paisaje vital primero.  Quizás he recobrado una conciencia más exacta de la niña, la adolescente, la universitaria que fui al mirar mis recuerdos superponiéndolos sobre el fondo en el que se crearon. O puede que mi vivencia de este reencuentro interior sea consecuencia de la propia extranjeridad que arrastro -- al fin y al cabo me observo desde la perspectiva ganada con la distancia, de alguna manera una extraña que mira con curiosidad un panorama familiar, pero no necesariamente propio. En cualquier caso, volver es mucho más que retomar desde el punto en que lo dejé. Volver es tratar de reconciliar lo que traigo en las maletas con la memoria de lo que fui.  No es poco, volver.