Hace unos días cumplí 32 años. Como siempre que cumplo uno más hago un poco de gimnasia mental para acostumbrarme a responder con el número correcto cuando se me pregunta la edad. Últimamente, además, siempre que cumplo uno más pienso en que debo de haberme convertido en una persona “adulta”. No es porque yo-me-mi-conmigo me sienta adulta, sino porque veo que a los ojos de los otros lo soy.
Voy a reuniones de padres y de la comunidad y se me escucha. Hago gestiones y pido hojas de reclamación cuando siento que no se respetan mis derechos como consumidora. Tomo la palabra en conversaciones profesionales con colegas para exponer mi punto de vista y proponer ideas. A los ojos de los otros soy una persona adulta a tener en cuenta –diga lo que diga mi pertinaz síndrome del impostor.
Y más allá de lo
que puedan pensar los otros, si tuviera la improbable oportunidad de
encontrarme con la Teresa del pasado, ella también me vería así. Cuando tenía 8,
10, 13, 17 años miraba a los de treinta-y-tantos y veía a gente que jugaba en
la extraña división de las cosas reales: trabajos, responsabilidades
familiares, agendas apretadas, independencia económica y opiniones propias que me
merecían un plus de consideración por venir recomendadas por la respetabilidad
que me enseñaron a aplicar a las cosas de los mayores –no siempre
merecida, pero aplicada. A los ojos de la que fui un día, encajo perfectamente
con la definición de adultez.
Y sin embargo,
por dentro yo sé que no ha cambiado nada. Puede que sepa un par de trucos más,
pero nada fundamental. Sea lo que sea lo que ven los ojos de los otros yo sigo
maravillándome y asustándome ante las mismas cosas que hace 25 años. Ojalá
llegue a la tercera edad con esta disonancia preciosa.
In other people´s eyes
I go to parent-teacher conferences and coop meetings and I am listened to. I handle paperwork and to-do´s and file complaints when I feel my rights are not respected. I take the floor in professional conversations with colleagues to explain my point of view and suggest ideas. In other people´s eyes I am an adult to be taken into account --whatever my stubborn impostor syndrome may say.
And beyond what others may think, if I had the unlikely opportunity to meet the Teresa from the past, she would also see me that way. When I was 8, 10, 13, 17 I looked at thirty-somethings and saw people who played in the foreign league of the real stuff: jobs, family responsibilities, packed calendars, economic independence and opinions of their own that to me deserved a plus of consideration since they had the respectability I was taught to grant to the grown-ups´ world --not always deserved, but granted. In the eyes of the girl I was then, I fit perfectly the definition of adulthood.
And yet, deep inside I know that nothing has really changed. I may know a couple extra tricks, but nothing major. Whatever it is that the other people´s eyes see, I am still amazed and bewildered by the same things that amazed and bewildered me 25 years ago. Hopefully I will reach retirement age with this precious dissonance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario