jueves, 17 de septiembre de 2009

Socialmente enredados

Estoy reflexionando sobre las redes sociales. No es puro vicio teorético; es parte de mi trabajo (como dijo el torero Guerrita cuando conoció a Ortega y Gasset y le dijeron que aquel hombre se dedicaba a pensar: “hay gente pa tó”). Claramente una parte importante de todo esto es puro exhibicionismo y vana ilusión de que a alguien le interesen nuestras menudencias o nos encuentre ingenioso. Pero no todo es humo y ego. Los medios sociales han revolucionado la forma en que nos comunicamos, nos relacionamos y compartimos el acervo colectivo. Nos guste –sea una pérdida de tiempo, atontezca, sustituya la verdadera interacción, inserte aquí su plaga bíblica favorita– o no. El mensaje unidireccional está en peligro de extinción, cualquiera se sube a su atril para convertirse en líder de opinión, vivimos vicariamente en mundos paralelos donde nos inventamos un alter bajo el que poder ser más nosotros que nunca. Y lo curioso es que a la vez que hacemos todo lo anterior, echamos de menos las puertas del campo. El otro día, en un gesto de nostalgia, le dejé a Adam una nota pegada con celo en la puerta para avisarle de que no tocara al perro en el cogote, que le había echado la dosis mensual de matabichos. Qué nudo de contradicciones somos.

1 comentario:

El Óscar dijo...

Yo no sé como es que dejaste de escribir aquí. Son la mar de entretenidas tus entradas. Será la falta de tiempo, que no hay para todo.

un abrazo.