viernes, 23 de noviembre de 2012

Tantas cosas que no necesito… ¿o sí?


Hoy es “Black Friday” en Estados Unidos. Después de dar gracias alrededor del pavo, el país festeja este viernes el día del consumismo en su máxima expresión. Antes, en esa era geológica ya casi olvidada que antecedió a nuestro tiempo online, la gente se levantaba de madrugada para ir a las grandes superficies a los amaneceres de cristo (Cristo) y aprovecharse de los descuentazos que abren oficialmente la campaña navideña del compreo (Shopping). Ahora se puede hacer todo por Internet sin pasar sueño, frío ni aglomeraciones –algo que por cierto según la fiel infantería le quita toda la gracia. Pero la idea es la misma: comprar cosas, dar uso al dinero que se tiene o que se pide, cerrar el ciclo vital que consiste en trabajar mucho para disponer de dinero y poderlo luego gastar.

Me voy a poner pedante y voy a citar a un clásico –que se note que yo en el instituto era de letras. Dicen que Sócrates era fan de ir al mercado, pero que nunca compraba nada. Le preguntaron sus discípulos la razón de estos viajes infructuosos y respondió: “es que me encanta ver tantas cosas que no necesito para ser feliz”. El origen del minimalismo.

Está muy bien la historia, y creo que puede ser un mantra útil en algunas circunstancias: sacas cuarto y mitad de superioridad moral y te paseas por el centro comercial midiendo cómo tu estoicidad y tu suficiencia te separan de la plebe enceguecida. Pero lo que hay que responder aquí es si realmente comprar cosas nos hace felices o no.

Los puristas, Sócrates por ejemplo, dirán que las cosas que compramos no nos llenan; que son un engañabobos efímero. Que cuando satisfaces una querencia material surge otra, y luego otra… y nos pasamos la vida trabajando mucho para poder comprar la próxima cosa de una lista inacabable de cosas. Con la crisis (¡ah, la crisis!) esta postura está ganando relevancia y puede que en el futuro realmente seamos menos materialistas, lo cual sería indudablemente bueno. Lo que ya no sé es si seríamos menos materialistas porque no queremos o porque no podemos gastar –eso es otra historia y daría para muchos posts.

En cualquier caso, aunque intelectualmente comulgo con lo anterior, la superioridad moral es muy cansada mantenerla de continuo. Al menos para mí, que soy un ser pequeño y lleno de defectos. Lo confieso: a mí me gusta comprarme cosas bonitas. El subidón al reconocer en el escaparate (o en la pantalla de la tienda online) ese oscuro objeto del deseo, la dulce anticipación por poseerlo, la ligeramente obscena sensación de poder al culminar la transacción, y finalmente de vuelta a casa el ronroneo feliz (sí, ¡feliz!) al pasar tus dedos y tus ojos sobre la cosa adquirida y valorar cómo combina con el resto de tus cosas y de tu vida.

Al que pueda estar a la altura de Sócrates, san Pedro se la bendiga. Yo por mi parte acabo de comprarme unas cosas monísimas online…

1 comentario:

Nils dijo...

Te has ganado un fan!! a favoritos :-D