Volvemos a
taladrar un túnel entre la vida de Madrid y la vida de Nueva York con la broca
de acero templado del avión. La familia, los amigos, los paisajes, las rutinas
pasadas salen a nuestro encuentro. La ciudad nos recibe de noche, grande y fría
y cotidiana como unos zapatos domados hace tiempo. Retomar. Pasear por las
calles que fueron el panorama del día a día con una mezcla de nostalgia y entusiasmo
por encontrarlo todo en su sitio. Fijarse en los pequeños cambios y pensar en
el lento avance de las placas tectónicas que pasa desapercibido en la vivencia
continuada. Intentar concentrar los momentos compartidos con los de aquí en
borbotones apretados para compensar en lo posible la larga ausencia. Saborear
el frío cortante y la nieve fina. Planear con precisión militar dónde comer y
cenar los próximos 10 días. Enseñar con orgullo al hijo, crecido, indomable,
perfecto…
Esta visita es
asomarse a un recodo íntimo de la historia personal. De ida y vuelta.
1 comentario:
Como te entiendo yo aquí igual que tu allli...
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